"Casi por todas partes los científicos de la política, europeos y occidentales, no solo politólogos, analizan y critican el funcionamiento de sus instituciones y de sus partidos. Desde hace tiempo -y no debiera sorprender- analizan y critican la Unión Europea, sugiriendo nuevas formas de operación. Sin embargo, desde hace poco por todas partes se manifiesta una línea divisoria dentro de la ciencia política.
De un lado están aquellos que consideran no solo muy difícil, sino incluso peligroso para la ciencia política, tratar de buscar que sus conocimientos sean aplicables. Hay que controlar muchas variables y, en definitiva, se considera que la intervención operativa corresponda sólo a los políticos que manipulan y se equivocan, o que simplemente deben oponerse. En una forma más precisa, si los científicos políticos tienen el saber, es decir, el conocimiento abundante, confiable y verificable, los hombres de la política tienen el poder. Son ellos quienes deciden que cosas, cómo y cuando aplicar el saber politológico.
Por otro lado se ubican los científicos políticos que consideran que su trabajo sería trunco si no logra inmiscuirse en al menos sugerir formas de operación política, presentándolas y ofreciéndolas en forma transparente no sólo a los hombres de la política, sino también a la opinión pública y a todos aquellos, dirigentes de partido y a los líderes de las asociaciones y movimientos que quieran aprovecharlas. Si no funcionara la ciencia política de ésta forma sería una disciplina que vendría a menos en su objetivo, que desde Aristóteles a Maquiavelo, y de Tocqueville a nuestros días, de mejorar la política y la calidad de los sistemas políticos en la medida de la credibilidad de sus análisis comparados y sobre la aplicabilidad de sus propuestas."
G. Pasquino https://criticacida.wordpress.com/2010/06/10/que-es-que-hace-y-que-puede-hacer-un-politologo/
No todos los días me paro con ganas de responder a las apasionadas críticas que recibo de la gente en general por dedicarme a lo que me dedico. Decir que soy politóloga es exponerme casi siempre, si no siempre, a una suma de adjetivos que aunque a veces me resbalan, otras veces, dependiendo de donde vengan me afectan y me producen tal frustración, que termino el día pensando en lo injusta que es la profesión que escogí y más en un país como esté donde reina la corrupción y abundan los que bajo el título de "politólogos" han hecho de esto un lugar increíble y no precisamente por ser maravilloso.
Y en medio de esa frustración trato de devolverme al momento en que decidí dedicarme a esto y recuperar las razones que alguna vez tuve para ser de las pocas que saliendo del colegio tenía claro qué quería hacer. Y aunque en medio de estos recuerdos sale muchas veces la inconformidad de haber optado por las humanidades, más que por la pasión, por el hecho de vivir en el país de los ingenieros, no creo que hubiera logrado graduarme nunca de otra cosa con la motivación que lo hice el día en que me gradué como politóloga.
"La profesión del politólogo no es una profesión feliz" dijo G. Almond. Y aunque no puedo ahondar en los motivos que tuvo para hacer esa afirmación, si puedo decir que en efecto desde mi experiencia no lo es, y menos en Colombia. Ser politólogo es resignarse un poco a ver cómo todo funciona muy mal y además de "analizar y criticar cómo funcionan las instituciones y los partidos", no poder hacer mucho más. Porque o se está por fuera del gobierno y los mecanismos de participación no resultan ser lo suficientemente efectivos para que la ciudadanía tenga un impacto que permita dirigir las políticas públicas a responder a sus verdaderas necesidades, o se está en el gobierno y la cultura organizacional, y las mismas dinámicas de poder impiden que las acciones estén realmente dirigidas a lo que debería ser la política.
En este sentido, y volviendo al texto de Pasquino, si estaríamos en el lado de aquellos que piensan que es muy difícil hacer el conocimiento aplicable. Y más que por peligroso, es por la siguiente afirmación y es que "si los científicos políticos tienen el saber, es decir, el conocimiento abundante, confiable y verificable, los hombres de la política tienen el poder". Y aunque para mi, desde la motivación que me llevó a ser politóloga, mi trabajo resulta "(...) trunco si no logra inmiscuirse en al menos sugerir formas de operación política, presentándolas y ofreciéndolas en forma transparente no sólo a los hombres de la política, sino también a la opinión pública y a todos aquellos, dirigentes de partido y a los líderes de las asociaciones y movimientos que quieran aprovecharlas", estaría mintiendo si acepto que esta es la regla más que la excepción. Y sé que muchos sienten lo mismo.
Mientras tanto, y aunque el mundo entero piense que ser politólogo es equivalente a ser corrupto, político, lagarto, o ladrón, vuelve uno a la casa sintiendo si frustración porque no puede hacer más que hacer bien su trabajo -aunque nadie nunca lo note-, pero con la tranquilidad de saber que hay más personas que trabajan gratis, por prestación de servicios, de lunes a lunes, hasta las 3 de la mañana, que nadie conoce, cuyo nombre nunca figura en ningún documento, que piensan un mejor país, lo proponen, y ejecutan -aunque nuevamente nadie nunca lo note-, que saben que nunca van a ser ricos y no quieren ser presidentes, y que estudiaron y viven de la ciencia política porque además de querer comer (como cualquier persona en el mundo), con lo que hacen pretenden impactar positivamente la vida de la gente.